domingo, 28 de noviembre de 2010

Increíble, pero cierto.

¡Qué milagro es la vida! ¡Cómo esta nos enseña a muchos lo que es la esperanza, los resortes que ésta tiene para seguir siendo eso, la vida!
Esta mañana he estado en el Hospital Infantil de La Fe. ¿Puede haber algo más terrible que un niño enfermo? Si el dolor es un misterio, aún se hace más patente cuando se ceba en un crío. Eso iba yo pensando mientras subía en el ascensor para ver a la preciosa hija de mi sobrino (o sea, mi sobrina nieta) que está a punto de cumplir dos añitos, hospitalizada porque la han operado de un problema óseo de cadera. La operación ha sido un éxito y no hay ninguna complicación, por ahora  y  por fortuna.
Entro, pues,  en la habitación en la que estaba su joven madre y me encuentro en su camita con una niña de dos años toda sonrisa y unos ojos como faros (son los que presiden mi blog), como si no pasara nada. La chiquilla esta inmovilizada de cintura hasta los pies por una especie de coraza (eso sí, muy cómoda), un brazo también inmovilizado y protegido para que no se quite el catéter y lo primero que me dice, sonriendo,  con su manita libre señalando la pantalla de un reproductor  de DVD : “¡Mira la sirenita!”. Casi se me saltan las lágrimas de los ojos ver a una personita,  como es esta niña, reaccionando de esa manera ante una situación a la que los adultos solemos responder de tan diferente manera, tan gravemente. ¡Cómo te reconfortan esta situaciones aunque sean penosas! ¿Diré que era el mismo Dios quien me estaba mirando desde esa camita?

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