miércoles, 9 de febrero de 2011

Los vuelos baratos

Unos amigos míos se van a Roma el próximo viernes: Jesús e Isabel, Alberto y su esposa. Van a estar unos dais en la llamada Ciudad Eterna e irán en avión. A uno de ellos no le gusta mucho, aunque entiende  que es la única forma de llegar ganando tiempo. Le digo que se resigne y que se prepare porque la compañía aérea que les va a llevar les va a poner a prueba para que se enteren lo que es un billete barato de avión.
En primer lugar, la prueba del algodón del peso de la maleta: cada vez tu equipaje debe s ser más ligero. Después, sufrido casi siempre el retraso correspondiente que soportas abnegadamente en la puerta de embarque, el paseíllo, haga frio o calor o llueva, por la pista del aeropuerto hasta llegar al avión (el autobús no se usa, encarece).

Este no es un avión de Ryanair

Una vez entrados en el avión, ocupa el sitio que pilles (no hay reserva de asiento). Te puede tocar  a años luz  de tu compañero/a de viaje. Intenta, si no llegas de los primeros colocar tu equipaje de mano en los lugares superiores de almacenaje. No cabe, y si tienes suerte, conseguirás embutirlo peleando con los demás bultos.
Encajado como en lata de sardinas, soportarás el tiempo que sea necesario (una hora, dos horas…) aherrojado además por el cinturón de seguridad a tu asiento. Apenas podrás desplegar tus brazos para intentar abrir un libro y entretenerte con su lectura. También en vano. Las azafatas no dejan todo el rato de pasear por el pasillo con carritos, ofrecimientos de catálogos de ventas, propuesta de venta desde los micrófonos de sus productos y hasta te quieren vender tarjetas con premios sorpresa. Así aunque concentrado físicamente, mentalmente es imposible fijar tu atención  para leer o conversar…
¿Os acordáis cuando viajar en avión, aunque mucho más caro, cualquier viajero se sentía como un rey con su sequito que era tratado exquisitamente, aunque no tuviera billete de clase VIP?
Son los inconvenientes de la democratización de los transportes o sea del “café para todos”. De todos modos, concluyes, después de pasado el pequeño calvario, y te dices: “vale la pena, ya estoy en Roma”.

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