lunes, 14 de marzo de 2011

Un pueblo destrozado

Verdaderamente sobrecogedor y espeluznante ver en la televisión las imagenes que se nos emiten sobre el terremoto y sutnami de Japón. Ni la imaginación mas desmandada, ni película de catástrofes más conseguida, nos pueden mostrar la hecatombe que las fuerzas desatadas de la naturaleza pueden desencadenar.

Varias consideraciones: ¿Nos estaremo acostumbrando a ver en directo, a través de los medios, cosas tan terribles como ésta? ¡Acababamos de ver tambien por la televisión y en directo la revolución egipcia, estamos contemplando la guerra civil provocada por el asesino Gadafi, estamos siendo testigos de la cobardía y egoismo de la vieja Europa!

Pobre Japón. A veces nos burlaamos de los nipones porque nos parecen todos iguales, porque son muy callados, muy disciplinados, porque van siempre en grupos y con sus cámaras... Un chiste malo cuando verdaeramente son un uno de los pueblos más castigados del mundo. Parece como si las bombas atómicas los persiguieran, porque lo que ahora ha ocurrido es la repeticion con muchas creces de lo que pasó en Hirosima y Nagasaki.

Y por último, se acabó el discurso repetido de nuestros políticos e interesados en la energía nuclear, sobre la seguridad y fortaleza incólume de las plantas nuecleares: lo que está todavía pasando en Japón es el peor de los augurios.

En este momento ¿como puedo sentirme solidario, por ser humano y como cristiano, con esta gente que parece estar tan lejos de nosotros geográficamente? No tengo otro -y creo que maravilloso- que mi oración personal por ese pueblo. Por él  rezo estos  días.

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