lunes, 7 de marzo de 2011

¡Ya llega la Primavera!

Ayer tarde estuve en el campo. Fue mi brevísimo fin de semana: siempre acabo mi trabajo pastoral al mediodía del domingo. Sin embargo, ¡que pocas horas tan bien aprovechadas! Quedé con unos amigos a comer a  las tres en Alcublas, en un restaurante precios y no caro, con comida muy casera y exquisita, situado en ese espacio que parece un balcón en el borde de la meseta que se levanta sobre y frente el llano inmenso de la huerta de Valencia y  que dibuja en el mar su golfo como una gran curva de ballesta. Desde allí y desde sus anchos ventanales, cuando el aire es límpido, se divisa en la lejanía hasta el Mongó en Alicante. El restaurante que está en medio del campo se llama “La Seca” y es un hotelito incluso con acogedoras habitaciones.

Por el camino veía los montes de la sierra de Espadán, que parecían cabezas de ancianos con las barbas blancas: eran las superficies de las laderas cuajadas de almendros en flor, anuncio inminente de que la primavera está a punto de llegar.

Estuvimos haciendo fotos
-¿quién se podía aguantar a no hacerlas?- a varios campos de almendros floridos. Esas pequeñas flores blancas, arracimadas, suspendidas en las ramas por unos troncos rugosos y oscuros, son un milagro más de la naturaleza. Multitud de abejas ansiosas y golosas libaban las pequeñas flores, que esparcían un aroma dulce, amargo y embriagador. El contraste del fondo del cielo azul iluminado por el sol de primavera hacia el resto: un lugar de ensoñación.

En verdad ha sido un fin de semana muy breve, pero anticipo de la eternidad.

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