martes, 28 de junio de 2011

Bautizar porque sí.

Ocurrió hace algo más de un mes, pero no me lo quito de la cabeza. Es una muestra más de esta extraña pastoral sacramental que nos vemos obligados a practicar los curas, no por carecer de un directorio pastoral-sacramental, sino porque desde arriba nos enseñan más a hacer excepciones que a seguir las reglas estipuladas para una buena labor pastoral que ayude a los que reciben ciertos sacramentos a encontrarse con Cristo. ¿Qué sacerdote no ha intentados ser estricto en el cumplimiento de preparaciones, horas, días, tiempos, espacios para administrar algunos sacramentos y no ha recibido un “encarguito” de ceder por parte de los de arriba o enmudecer ante el estimulante ejemplo de obispos y cardenales  o clérigos de prestigio que privilegian a la casa real o a la nobleza o a la gente guapa, administrando sacramentos en la capilla de la  finca, en el oratorio del palacio o en la ermita privada del cortijo? ¿Cómo explicar a la gente corriente que éstos sí pueden y ellos no?

Pero a lo que voy: como en otras parroquias antes de de celebrar las Primeras Comuniones, solemos bautizar a los niños que en su edad acostumbrada, los primeros meses de su vida, no fueron bautizados. A estos bautizos yo los llamo bautismos-escoba. Las explicaciones que se nos  dan son muy variopintas e inverosímiles. Así que, como los padres quieren montarle al niño (y a ellos mismos) el evento festivo, familiar y exitoso de la Primera Comunión) pues llevan al templo a sus hijo/a recibir el bautismo dos meses antes de la Comunión (porque se les obliga: si no, ni eso). Así lo hicimos en la parroquia el otro día. Teníamos cinco niños a los que en ceremonia conjunta se les administró el sacramento del Bautismo. ¿Cinco? Bueno, yo diría que se administró  cuatro bautizos y medio.

Una de las familias se nos acercó antes de empezar la ceremonia y nos dijo que se irían enseguida una vez bautizada su hija, porque tenían prisa, no recuerdo por qué. Naturalmente, les dijimos que en cuanto acabara, se podían marchar y no quedarse haciéndose fotos, etc. como hacen otros padres. La sorpresa fue que cuando se derramó el agua bautismal sobre la niña, la familia sin esperar (¡tenía mucha prisa!), sin despedirse de nadie, se salió del templo y de la niña nada más no se supo. El sacerdote, ocupado en el rito del siguiente bautismo, colocando a padres y padrinos (¿habéis visto gente más  despistada y torpe que los padrinos de bautismo?) alrededor de la pila bautismal, se dio cuenta después, en el momento de ungir con el santa crisma a los bautizados, de que aquella familia había huido 

O sea que aquella niña de nueve años (que independientemente es una niña preciosa y muy aplicada) se bautizó al estilo  de los niños que en el paritorio y en grave peligro de sus vidas se les practica el bautismo de emergencia…

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