martes, 5 de julio de 2011

La procesión del Corpus en el Marítimo

Ayer celebrábamos en el Cabañal la fiesta del Corpus Christi, a la octava de la fiesta litúrgica oficial que además también ha sido trasladada domingo. Da la sensación de que nuestra iglesia repite eventos y fiestas de tal modo que puede hastiar al personal. Yo tengo este año en mi cuerpo ¡tres Corpus! Pese a la avanzada fecha de este año -3 de julio- nuestro Corpus del Marítimo, como lo llamamos aquí, salió bastante bien. Me pregunto, ¿una fiesta religiosa debe su éxito o fracaso a “salir bien”? Si es religiosa el éxito debe ser en redundancia del espíritu, y ¿eso quien lo mide?
El inicio, que encabezaba los personajes bíblicos y luego los niños de Primera Comunión, al salir de la Parroquia de los Ángeles fue multitudinario y desde los balcones de la calle Pedro Maza que sale de la plaza de la Iglesia honraron al Santísimo con abundantes pélalos de flores. Se hizo la primera estación en un altar que preparó la Cofradía del Silencio, con todo el amor del mundo. Sencillamente, pero con gran devoción –había flores, plantas, un altarcito, el suelo fragante y alfombrado de romero, tomillo, murta y pétalos… y adoramos al Santísimo Sacramento, después de bajar la custodia que remata el anda con la réplica del Santo Cáliz.

Luego seguimos por la calle José Benlliure, donde cruzamos un tramo de lo más degradado urbanísticamente por el dichoso plan de El Cabañal. Sus vecinos, gitanos, rumanos, moros y okupas nos miraban con cierto estupor. No está mal que el Señor también mirase con nosotros la pobreza y necesidad en la que viven. Entre todos, Él y nosotros, hay que echar una mano para que desaparezca la marginación y la miseria: la justicia  y la solidaridad es una consecuencia de la Eucaristía.

Una banda de trompetas y tambores –ruidosa a más no poder- tocaba con toda su buena voluntad- detrás de la custodia. Oíamos las estridencias de ese tipo de música que parecía clavarse en los tímpanos, tocando algo que se parecía  más a un bolero que a una marcha religiosa. Quizá sea apta para otro tipo de desfiles, pero para una procesión eucarística, no. La gente que rodeaba la banda –admiradores, amigos, familiares- todo un bullicio  que no ayudaba al respeto, veneración y silencio de un acto como éste.

Los cuatro evangelistas en Technicolor
 Al final nos escapamos de la amenaza de un chaparrón veraniego cuando el anda custodia llegaba a su estación final que es la Parroquia de Cristo Redentor.

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