sábado, 15 de octubre de 2011

Mi homenaje al Cura de Náquera



Ximo Lloréns  es el más bajito,  a la derecha
Antes de ayer asistí al entierro de Joaquín Lloréns, cura párroco de Náquera durante 24 años. Era condiscípulo mío y los dos nos ordenamos de sacerdotes en la misma ceremonia en una tarde de julio de 1971, en la catedral de Valencia. Había nacido en Penáguila y con algo más de veinte años ingresó en el seminario de Moncada desde primero de bachiller  y se distinguía de entre los demás seminaristas pues nos llevaba de diferencia casi diez años y a esas edades, a algunos les parecía ya un abuelo. Con mucho tesón y paciencia se preparó para el sacerdocio e incluso después, venciendo sus limitaciones, ¡llegó a licenciarse y doctorarse en teología!

Lo principal es que era muy buena persona, sencilla y preocupada por su parroquia. Un cáncer fulminante se lo ha llevado. Había algo emocionante en la muy bien preparada ceremonia de su entierro que se hizo en la plaza, pues en el templo parroquial no había aforo suficiente: era la actitud de cariño y veneración hacia su párroco que los feligreses tenían. He sentido profundamente su muerte y he invocado la esperanza de la resurrección de la que él sin duda va a participar. Hasta siempre, Ximo.

Al sepelio acudimos, junto a Don Carlos, nuestro arzobispo que preside todos los entierros de su sacerdotes –un gesto muy de padre que le honra, y que le agradecemos todos los curas- veinte y nueve sacerdotes entre ellos, los condiscípulos de la prestigiosa promoción de 1971, entre los que hay tres obispos. Pero ellos no vinieron; seguramente estaban bendiciendo alguna  imagen de San Telesforo, o inaugurando un edificio diocesano, o escribiendo una pastoral justiciera. ¡Qué lástima!

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