martes, 10 de enero de 2012

La autoridad de Jesús

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     Al inicio de su vida pública -cuentan los evangelios-, Jesús era escuchado con la admiración de la gente, por la autoridad y libertad con que tenía sus ideas, hablaba y actuaba. Era un tiempo que en Israel en que proliferaban líderes, profetas, maestros y jerarcas que transmitían  mensajes bastante gastados y casi sin originalidad. La referencia a Moisés y a las tradiciones era obligatoria si no se quería caer en la sospecha de la heterodoxia.
     Jesús no se guiaba por esas directrices y eso llamaba poderosamente la atención. Tensiones, violencias y forcejeos sufrió por parte de los que no le aceptaban. Pero él no se arredraba: más de una vez, por lo que se da a entender, se defendía a sí mismo con “argumentos contundentes”.
Yo creo que hoy,  a los que seguimos a Jesús, nos falta muchísima autoridad y libertad para pensar, hablar y actuar. Hay que pertrecharse de  todas las leyes, normas y tradiciones para moverse. La “santa“ tradición, las leyes canónicas y eclesiásticas, la autoridad del pasado amordazan a los cristianos y a la misma Iglesia.
     Y si, pese a todo, nos sentimos libres, o miramos al futuro con independencia y autonomía, lo hacemos, sí, mirándolo con un ojo hacia delante, pero con el otro, hacia atrás. Por si acaso.

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