miércoles, 22 de febrero de 2012

¡Se creen que creen!



 “¡Se creen que creen!” - este es el veredicto que un amigo, compañero y hermano sacerdote, me ha dicho acerca de los feligreses que ahora le ha tocado pastorear. Me dice que cualquier cosa que diseña, emprende y planifica para, como medio, anunciar el Evangelio (o sea, para hacer pastoral) se la tumban… los mismos cristianos de toda la vida,  los cristianos “viejos”, que son los que calientan los pocos bancos de los que acuden a la parroquia. El boicot no es ni violento, ni consciente, ni malintencionado; sólo con el absentismo, las ausencias, el desinterés es más que suficiente para hundir los proyectos pastorales que podrían remozar una parroquia, que harían despertar del sueño rutinario de una comunidad.

 “¡No hay manera!” -, me dice bastante desalentado, pero a la vez indicándome el propósito a ir a un lugar donde luchar por el evangelio de Jesús que, si no tan cómodo, al menos más vivo, fecundo y eficaz.  Allí hay cristianos coherentes y motivados que saben que su fe no empieza en la misa diaria convertida en un acto piadoso y se acaba con el rezo del rosario y que andan abiertos a todas las sugerencias que el evangelio de Jesús ofrece, incluso a la persecución...


La parroquia tradicional esta acabada y su pastoral anda herida de muerte y en Europa todavía no nos hemos enterado. Así que mi amigo, que es sacerdote bien válido y preparado y culto, que se siente una vez más desaprovechado por los que dirigen allá arriba la pastoral y extrañado por los planes diocesanos de pastoral, está dándole vueltas de retornarse a América donde antes estaba.

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