viernes, 10 de febrero de 2012

Sobre el bien y el mal.




¿Dónde está el bien y dónde está el mal? ¿Alguno lo sabe?  Casi nos tenemos que hacer aquellas preguntas que el loco se hacía en “Así habló  Zaratustra” hablando de la presunta muerte de Dios (referencia de la conciencia moral) “Qué, ¿se ha perdido [la conciencia]?”, decía uno. “¿Se ha perdido como un niño pequeño?”, preguntaba otro. “¿O es que está escondida? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?”

Hay un mal con mayúsculas que nos parece el único Mal que existe y que anda lejos fuera de nosotros. La guerra con sus atrocidades creadas por la violencia y la ambición, el hambre que destruye a países enteros fruto de la avaricia de los poderosos,  el fraude y el robo que saquean a la misma sociedad para satisfacer la insaciable ansia de poder… Todo ese mal es mostrado con frecuencia y rutinariamente a través de los medios. Con tanta insistencia que se blindan las almas para que éstas no reaccionen ante tanta maldad humana.

Pero hay otras formas de mal, más pequeñas, más rutinarias que, ésas sí, están en nuestras calles, casas y corazones. Es una red tupida de mentiras y embustes, prejuicios e insidiosos razonamientos que, como una araña, hilan su trampa mortal y torna a  nuestra conciencia muda. Atrapados en la telaraña del mal, quedamos inmovilizados.

¿Dónde está el bien y donde está el mal? ¿Alguno lo sabe?  Sí, lo sabemos, y habitan muy cerca de nosotros, tan cerca que están dentro. Tan interiormente que abundamos en el mal y no nos apercibimos de él.

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