miércoles, 13 de junio de 2012

Un monasterio en Navalón



Cuatro barracones y una pequeña ermita: claustros, criptas, salas capitulares, son el puro monte. Tal es el monasterio que los/as “Hermanitos/as del Cordero” han construido en los montes de Navalón (cerca de Enguera) para vivir la experiencia de una nueva  forma de vida monástica.

Uno se asombre cómo estos escasos hombres y mujeres andan buscando a Dios; y  en el silencio y la contemplación, la sencillez y la humilde austeridad de la montaña lo están encontrando. Los que estamos en este mundo –ruido, consumo, dinero, ambiciones y toda suerte de impedimentos- no sabemos lo cerca que tenemos a Dios. Basta quererlo de verdad y nos toparíamos inmediatamente con él.

El viernes pasado, con unos compañeros sacerdotes, fuimos a visitarlos y tuvimos la dicha de compartir con ellos un poco del anticipado paraíso prometido que ellos disfrutan. Los pinos, las piedras, los matorrales, el romero, nos hablaban de espiritualidad. Con ellos celebramos la Eucaristía en una prodigiosa, bella y sentida ceremonia y luego mantuvimos en su “sala capitular” -sillas en corro bajo los pinos- un largo diálogo sobre su vida, sobre sus experiencias de monjes. Se trata sencillamente de seguir a Cristo, pobre y manso Cordero de Dios.

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