jueves, 20 de septiembre de 2012

Se murió Carrillo




Después de una incombustible vida, falleció Santiago Carrillo, un hombre –bestia negra de la derecha- con muchísimas sombras oscuras ocultadas, enmascaradas, escondidas. Junto con Largo Caballero, con quien simpatizaba mucho, uno de los que más echaron leña al fuego del Guerra Civil. (No quiero olvidar a los militares golpistas). La moderación, la tolerancia, el talante dialogante durante la Transición los tuvo porque no había más remedio. Creo que siempre ha sido un superviviente de guerras perdidas. Algunos ahora en su papanatismo lacrimógeno a raíz de su fallecimiento, afirman que gracias a él tenemos la democracia (!). Las alocuciones que ayer vimos en la televisión de los próceres de la patria que fueron a visitar la capilla ardiente tenían una ambigüedad vergonzante.

Se ha muerto pues, Santiago Carrillo. Con él, salvo en algunos aspectos sociales, no coincido en nada. Le deseo lo mejor en el más allá, pues pese a todo, es un ser humano y por tanto está incluido dentro de  –como rezo en la Misa- “los que ha muerto también en la misericordia de Dios.”

A mí me gustaría que también a raíz de su fallecimiento, se callaran todos los  romanceros de los recuerdos de la Guerra civil, esos escritores(as) de novelas que no saben escribir más que historias de la guerra y la posguerra, esos cineastas que cuentan tristes episodios de aquellos tiempos, pesadumbre para todos, en donde los rojos son hombres y mujeres, héroes íntegros, buenos, inocentes y los azules son villanos depravados, crueles y sádicos, aun cuando en tiempos del ominoso Franco se contara al revés.

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