viernes, 9 de agosto de 2013

Que el dolor nos una



En los momentos difíciles se nos ofrece la posibilidad de afianzar los vínculos con aquellas personas que amamos.  Esa dificultad (una muerte de algún familiar, un problema de salud, un asunto laboral) se convierte en una bendición disfrazada para aquellos que después de atravesar juntos la experiencias de los límites, de reconocerse heridos y de abrazar el dolor, se ha fortalecen en sus vínculos y su intimidad

Miro las situaciones de mi vida que más me cuestan asumir, situaciones
personales, familiares o laborales. ¿Podría ser capaz de encauzarlas como bendiciones disfrazadas, como ocasión para hacer aprendizajes, para crecer en el amor?

Hemos de sumergirnos del todo en la amistad, lo mismo que en Dios, para volver a emprender el camino con una fuerza y potencia nuevas hacia los hombres, hacia el mundo de ahora. No permitas, Señor, que no se pierda nada del amor porque tenemos la necesidad y la ocasión de expresar nuestra amistad en medio de las lágrimas.

Señor enséñame a encontrarte en todo lo que me ocurra en mi peregrinación hacia ti, para que mi deseo de ti se haga cada vez más fuerte, más completo y más radicalmente fiel y que así mi amor hacia todo y hacia todos no deje de crecer siempre más y más hacia su pleno resplandor.

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