domingo, 15 de septiembre de 2013

Sobre el celibato de los curas



Este verano que está terminando, un amigo y compañero de la clerecía, ha colgado los hábitos, es decir, ha dejado de ejercer el ministerio de sacerdote.
Me contó que no ha sido, lógicamente, una decisión ligera, sino que lo ha consultado con sus superiores, y con sus amigos y, sobre todo con su conciencia ante Dios.

"No hay perdido la fe, -me decía-, pero estoy en medio de una gran crisis de esperanza, y de soledad. ¡Es que hoy anunciar el Evangelio con coherencia es peliagudo!¡ Se siente uno tan sólo!”

Esa tremenda soledad de los curas está haciendo que el celibato no sea un trampolín para la Evangelización sino una rémora para la acción pastoral.

El recién nombrado secretario de Estado del Vaticano por el Papa Francisco ha declarado estos días que el celibato no es un dogma, sino una tradición eclesiástica y que, por tanto, se puede discutir. Aunque parezca que no se dice nada nuevo, lo revolucionario está en que se admite que pueda haber algún cambio de postura en la iglesia sobre este asunto (y sobre otros también espinosos: homosexualidad, sacerdocio femenino, etcétera).

Son aires nuevos en esta nuestra iglesia, fruto de la acción del nuevo papa Francisco.

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