viernes, 18 de abril de 2014

Cine bíblico en Semana Santa: Noé



Como antaño, ahora en Semana Santa, los cines nos ofrecen películas bíblicas. Yo vi "Noé" la semana pasada. Yo recomendaría a mis pacientes lectores que tomaran la Biblia y leyeran los capítulos del Génesis (del seis al nueve), que cuentan la historia de Noé. Es un texto compuesto de las dos tradiciones bíblicas, la yahvista y la sacerdotal que narra con muchas repeticiones, la historia de Noé y la pretensión de Dios de crear un mundo nuevo. Un Dios (en la película se le llamará el Creador, para evitar identificaciones con el nombre sagrado de las tres religiones del Libro) que por cierto aparece como humano, demasiado humano, harto de su creación que le ha salido “rana”, con ganas de venganza por la pifia que los hombres han hecho de su mundo creado con tanto mimo: un basurero de maldad. Así que hay que destruirlo y crear un mundo nuevo. Pero Dios se arrepiente, y promete no volver a enfadarse de esa manera. Al capítulo siguiente, otra “faena" le harán los hombres: edificar la Torre de Babel. Ya se encargará de “desfacer” el entuerto. Cómo se puede corregir, ahí dentro muchos mitos, leyendas, símbolos e historias que se escribieron ya incluso en otras civilizaciones: el relato del Gilgamesh mesopotámico.

Si me han hecho caso, cuando se sienten a ver la película contemplarán una historia que en realidad poco tiene que ver con el sentido profundo de la Biblia. Pero no hay que espantarse ni cabrearse: la Biblia es la Biblia, y el cine es el cine: los guionistas de Hollywood se encargan constantemente de recordárnoslo. 

Y así ha sido siempre con el llamado cine bíblico; las reglas del juego del cine industrial norteamericano tiene lógicamente unos claros presupuestos: la comercialidad servida como fin del espectáculo. Así, "Noé", la película que nos ocupa, está trufada de pequeñas subtramas y personajes arquetípicos que nos introducen en el mundo de los líos familiares, los rencores entre hermanos, los sentimientos y atracciones erótico-sexuales,  que tienen que servir para ocupar en interés del espectador durante dos horas largas de proyección, lo cual a veces se hace difícil, porque salvada la novedad, todo lo demás parece ya bien visto y rutinario.

Y sin embargo la película en muchos momentos se salva, porque llega a entretener pero cuando ésta  intenta alargar la tensión narrativa, pronto surgen las goteras. Y no basta, pese a todo, la fuerza interpretativa de algunos actores. Convincente Anthony Hopkins como Matusalén. Russell Crowe en el papel de Noé está verdaderamente resultón, y considero que es una de sus mejores interpretaciones, en la situación hombre tocado por el dedo del Creador para ejecutar una misión, contra su familia y  contra todos, llamado a realizar una empresa titánica que parece imposible.

Afirma Darren Aranofski que en el fondo, lo quería hacer con este filme era una especie de parabola de la situación en la que vive hoy el planeta tierra. Bien está saberlo porque en el fondo la película, como todo el buen cine, al final ejecuta su función de ser espejo de lo que ocurre en el mundo. También hoy la humanidad ha convertido a la tierra no solamente en un basurero de maldad violencia y pecados, sino en un basurero material degradando la naturaleza hasta límites insospechados. Ayer mismo la prensa hablaba de que si no se daba pronto un cambio brusco en la emisión de gases el mundo se iría a pique. ¿Qué tendrá que aparecer y suceder para salvar a la humanidad de la destrucción total que el afán de consumismo, la industria irresponsable y la economía sin control está destruyendo y degradando la tierra. ¿La solución, mañana?

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