jueves, 14 de agosto de 2014

El día que me enamoré de Lauren Bacall




Estaba yo alrededor de los 20 años, cuando comenzaba a sentir la virulencia de la enfermedad de la cinefilia (cinefilia: capacidad dichosa de alguien para disfrutar del cine), y entré a ver en una sesión de la Filmoteca (¿o fue en el cine de la calle Quart?) una película del director Howard Howks, el cineasta de la vida como aventura, de la nobleza de la amistad, de las mujeres fuertes y bravas. La película se titulaba "Tener y no tener", con un guión de Faulkner basado en un novela corta de Ernest Hemingwayy se parece mucho a "Casablanca".

Una obra maestra memorable por sus diálogos certeros, su fotografía, su música La secuencia que se me quedó grabada para siempre y que encendió mi corazón enamoradizo, no fue cuando la Bacall  le pide a Bogart una cerilla para encender el cigarrillo que lleva en los labios, o en el momento que dándole la espalda le dice, que si la necesita, que silbe, o la canción que cantan a dúo en el salón de la  taberna el pianista y ella, sino la secuencia que cierra el filme: Walter Brenan, siempre haciendo de viejo y noble amigo, llevando las maletas, Bogart enamorado y feliz siguiendo a la flaca Lauren Bacall que contorneándose, con su mirada cómplice y felina parecen dirigirse a vivir fuera de la pantalla. (Fundido en negro. THE END).

Ya tengo preparada la película en DVD; esta noche la podré disfrutar. Por enésima vez.

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