sábado, 13 de diciembre de 2014

Javier Benedito en su Cima definitiva


Cada  vez más viejos, cada vez más solos. En el camino de la vida, se nos van siempre los mejores. Menos mal que aún no nos han quitado la esperanza. Hoy digo adiós y despido a un gran amigo, compañero de trabajo durante muchos años en el instituto: Javier Benedito.

Ahora hace un año, yo acudí a la fiesta de despedida que Javier realizó al cumplir los 60 años y jubilarse de la enseñanza. Era un gran amigo: jovial, inteligente y culto.  Que entregaba a sus alumnos todo lo mejor que tenía: su sabiduría lingüística y literaria. Transmitía los valores humanos que nuestros libros tienen y también su simpatía y su amor a la montaña. Su entusiasmo por "patear" los caminos de los montes de nuestra comunidad valenciana lo comunicaba a sus alumnos, haciendo constantemente excursiones por nuestros montes. Cuantas sendas, cuántos caminos trazó para sus alumnos no sólo geográficamente, sino personal y espiritualmente.


Haciendo cumbres, llegando a cimas, encontraba la más completa felicidad. Llegó, pues,  al final a la última cima, a la culminación de su vida. Y ahora la muerte nos lo ha arrebatado. Subiendo una montaña cerca de Flex, en Alicante, su corazón le ha fallado. Haciendo una vez más el sendero de su vida, Dios lo ha llamado. No sabá que era su cima definitiva. Arriba en la montaña, tan cerca del cielo, habrá llegado hasta la cumbre de Dios. Que con Él descanse, y desde arriba, desde lo alto, desde el lugar donde el mundo se ve de otra manera, él nos ayude. Nosotros desde abajo, desde lo hondo del valle, mirando hacia arriba, contemplando las cumbres veremos su rostro.

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