martes, 17 de febrero de 2015

Nuevas homilías: Medice, cura te ipsum!


¡Cuantos nombres para designar a veces una tediosa realidad: Charlas, discursos, pláticas, sermones y homilías: la larga perorata que con la que un señor, apoderado de la palabra, aburre hasta a las ovejas.

La semana pasada salió en la prensa a raíz de la publicación en el Vaticano de un Directorio sobre la homilía, firmado por decreto por el cardenal Cañizares, ahora nuestro arzobispo, en el que se recordaba que las homilías debían ser cortas e inteligibles.  Medice, cura te ipsum!

Muchos han aprobado la medida: quieren que los sermones sean cortos dentro de una misa que puede ser aún más corta todavía. ¿Son gente rácana del tiempo o es que el párroco de su parroquia es un paliza cuando coge la palabra? Triste es establecer el tiempo que uno dedica a encontrarse con Dios.  En el fondo eso es la Santa Misa. Otros también me han dicho que la homilía no hay que abreviarla, que la Misa debe durar lo que sea menester pues una misa bien celebrada y un sermón mejor pronunciados a nadie cansan.

Yo no soy cura de sermón muy largo, me gusta que sea breve, y procuro que además se me entienda, y que no cargue a la gente de anécdotas personales. Creo que alguna vez lo consigo. Los curas siempre deben preparar ese sermón, corto o largo. Y los demás deben poner todo su interés en escucharlo.


En el Seminario siempre ha habido alguna asignatura que nos ayudase hacer bien los sermones. Pero era una asignatura tan " maría " que nadie hacía caso. ¡Así nos va a algunos predicadores! Enviamos un profesor, me dijo, que se llamaba don Vicente Sastre que nos enseñó el arte de escribir y redactar. "Práctica siempre el guión", fue la primera acción nunca se me ha olvidado. Y ahora siempre planifico hacer que hacer una redacción antes de respetar cualquier cosa.

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