El cine como medio de denuncia y cambio social

Además de buscar diversión  y entretenimiento en el cine también me gusta aquel  que tiene el deseo de denunciar y transformar la realidad de este mundo tan cómodamente en la injusticia.

Salgo pues complacido de ver la película brasileña  “Una segunda madre”.  Val  es una empleada de hogar que trabaja con la misma familia desde hace muchísimos años. Prácticamente está considerada un miembro de ella. Ha estado presente en todos los acontecimientos familiares y ella es la “tata”,  la que se ha encargado de criar y educar al hijo de este matrimonio muy bien acomodado económicamente al que sirve. Con su “niño” (que ya es un adolescente grandullón)  tiene una gran complicidad. Pero las cosas van a comenzar a sufrir grandes cambios cuando llega hasta este hogar su hija, a la que había dejado con su esposo del que se había separado, hacía muchos años. Esta muchacha con su modo libre y natural de entender la vida, va a poner patas arriba todo el estatus, la organización y situación de  la familia e incluso de su misma madre, la sumisa criada.

“Una segunda madre” es un film que cumple una de las funciones del buen cine: ser testigo de las transformaciones personales y de los sociales. En la pantalla vemos cómo desde distintos posicionamientos se enfrentan precisamente a esos cambios: los jóvenes inmersos naturalmente en ellos donde viven con espontánea natural y dar lo que a las generaciones anteriores cuesta admitir. Véase la escena de los tres adolescentes bañándose en la piscina. Por lo contrario también podemos ver la resistencia, oposición y enfrentamiento a esos cambios que pueden destruir el estatus de privilegio, o de comodidad personal aún cuando ésta sea humillante. El filme desarrolla muy bien ese proceso psicológico de toma de conciencia de la dignidad de su protagonista que es despertada principalmente por el sentido y la fuerza de la maternidad.