martes, 27 de octubre de 2015

Carlos Bousoño


Cuando algún poeta se nos muere, sentimos -los que nos gusta la poesía y aunque sea momentáneamente-, un gran vacío... Yo intento llenarlo leyendo durante varios días algunos de sus poemas. Es lo que me está ocurriendo ahora con el poeta Carlos Bousoño que falleció hace dos días.

Aunque por la edad que tenía (era nonagenario) ya había perdido la memoria, su magisterio sobre muchos poetas jóvenes españoles fue fundamental y la voz de su poesía marcó muchas decadas A lo largo del siglo pasado. Los que le conocieron siempre dicen que, además de un grandísimo poeta, era sobre todo, un hombre muy bueno. Yo le pude conocer -me firmó un libro suyo- en una conferencia-recital que dio hace muchos años en Valencia.

Como nadie supo analizar y estudiar el corazón de la obra poética. Cuentan que sus clases eran una pura delicia que transparentaban al gran poeta y al hombre bueno que era. Sus versos son muy espirituales y trascendentes y muchas veces explícitamente religiosos que abocan a la contemplación.  Algunos de los himnos que los sacerdotes leemos en el libro de la “Liturgia de  las Horas” son de él. También, su poesía está llena de compromiso cívico.

"Algo en mi sangre espera todavía
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.
Ven hacia mí.
Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.
Ven hacia mí.
La tierra toda oscila,
se mueve, cruje.
stete. Despierta.
Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama."

©Carlos Bousoño

No hay comentarios:

Publicar un comentario