He pasado cuatro días con la Hermandad del Rocío de
Valencia, recordando los recientes tiempos en que era su consiliario. Su directorr espiritual me pidió que lo sustituyera. Y así lo he hecho. Aprovechando el puente de la Inmaculada, la aldea de Almonte, estaba llena de
peregrinos. Allí ha acudido tanta gente, que parecía un día de Romería de
Mayo.
Todas las Hermandades filiales deben acudir a lo largo del curso a celebrar una Misa delante de la Virgen, en su ermita. La de Valencia ha acudido a cumplir tal requisto y yo, como capellán la he acompañado. La religiosidad popular tan aparentemente sencilla, pero con sus complejidades, ha sido objeto de mi reflexión personal, ahora que ando ya por mi nuevo trabajo pastoral, algo alejado de ella. ¿Ha sido un éxito esta peregrinación? La medida no es el cumplimiento correcto de los actos programados, sino si la pregrinación nos ha acercado un poco más a Jesús el hijo de María, si nos ha ayudado a vivir nuestro testimonio de cristianos.
Ahora mismo estoy volviendo ya a Valencia. Es un tiempo dulce el empleado, pero cansado: son 773 km.de ida y otros tantos de vuelta en autobús.
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