miércoles, 17 de febrero de 2016

Una jornada en "el desierto" de Valencia




El sábado pasado estuve de excursión. Aliviando mi síndrome temporal de ver un pino me marché con mis amigos a pasearme por la zona de Cortes de Pallás y el valle de Cofrentes. Impresiona enormemente contemplar desde lo alto de su muela, el paisaje montañoso, abrupto y siempre bellísimo de una de las grandes zonas de la provincia de Valencia prácticamente desiertas: en muchos kilómetros cuadrados hay muy pocas poblaciones: Cortes de Pallás, Jalance, Jarafuel, Cofrentes, pueblecitos todos pintorescos y encantadores. Recuerdan aquella población morisca de la que fue expulsada en 1609. En enormes mosaicos en la calle se nos explica tal triste acontecimiento. Incluso ponen sus nombres en árabe, seguramente con una incitación a que regresen con su “yihad”. ¡Qué miedo!

Pero hay otra cosa que asusta en esos valles: la presencia de la central nuclear cuya humareda de vapor se ve desde muchos lugares y cuyas dos torres de refrigeración amedrentan al viajero. El pueblo de Cofrentes está maravillosamente restaurado y cuidado, seguramente para garantizar y dar sensación de seguridad. Hasta las montañas más cercanas aparecen en armonía de los paisajes tan bellos. Por ahí vimos triscando un montón de cabras montesas.

 Después, subiendo por la ribera del río Cabriel (uno de los ríos menos contaminados de Europa), comimos muy bien en Casas del Río, una aldea a casi 30 km de Requena y que presume de una enorme noria, ingenio construido en el siglo XVIII y que aprovecha las aguas del río en el paraje encantador de un gran azud. Pero se ve afeada por la ampliación del edificio de un viejo molino que cuya construcción se ha quedado a mitad. No sé cómo se ha consentido y se diera permiso para una obra que además no se acabó.

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