martes, 1 de noviembre de 2016

Otoño en la Serranía



Ayer, lunes, con mis amigos I. y J. salí de la gran ciudad a hacer mi pequeña y obligada excursión de otoño. Fueron unas cuantas horas, como siempre, de admiración y  asombro ante una naturaleza fiel al reloj de las estaciones, que antes de introducirse en el sueño del invierno, se viste de bronce y oro para despedirse del esplendor del verano.

Estuvimos andando y paseando por el angosto valle que el río Turia, tenaz, claro y limpio ha excavado entre los grandes montes de piedra caliza y ocre de la Serranía. Anduvimos paseando desde el desaparecido pueblo de Domeño, hasta la “Puente Alta” del pueblo de Calles. Un auténtico festín para los ojos y un remanso de paz para el espíritu, cuando en medio la umbría de los bosquecillos oíamos el cadencioso rumor del fluir de las aguas. El canto tímido de algún pajarillo armonizaba aún más la sagrada serenidad del momento.


Acabamos después las delicias de esas horas, comiendo en un sencillo y acogedor restaurante de ese bonito y poco conocido pueblo que es Chelva. 

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