sábado, 22 de abril de 2017

Otras montañas, otros bosques, otros caminos.



En mi entrada anterior escribía por el retorno, después la fiesta y del descanso, a la vida del trabajo, a lo que nos parece la normalidad de la costumbre de siempre. Somos los humanos animales de costumbres que tenemos la capacidad de renovarnos y vivir la vida como novedosa sorpresa.

Ahora en medio de la naturaleza, miro estas montañas que ya he visto otras veces. hoy cubiertas sus cimas de nieve, brillan plateadas tras un cielo azul, casi añil, reflejando un sol vibrante de luz. La nieve en lo alto de las cumbres parece resistirse a convertirse en rotundas cascadas de agua que alimenta torrentes y riachuelos.

Los bosques con tímido sigilo a las temperaturas bajas de la noche, comienzan a verdear después del largo y obligado sueño invernal.El sol de la primavera penetra en el corazón del bosque que ilumina con su luz las tiernas hojas que parecen alumbrarse desde su interior. Cuando llegue el estío, éstos se tornarán en una masa vegetal impenetrable, con silencios oscuros y misteriosos, rotos por el crepitar de una rama seca, el canto de un pájaro o el silbido del viento.

Y los caminos  siempre invitándote a avanzar, a descubrir el paisaje, pintados ahora con las primeras florecillas; violetas, narcisos, prímulas, bordeando los prados bordados del amarillo del diente de león, tornándose en sendas que a veces se pierden en medio de los matorrales y desorientan intermitentemente a los caminantes...

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