viernes, 8 de septiembre de 2017

ESPIERBA, UN LUGAR INOLVIDABLE


A Espierba se llega, seis kilómetros después de haber pasado el pueblo de Bielsa en el norte de la provincia de Huesca, en el corazón del Pirineo. Se enfila por la carretera que sube hasta el grandioso valle de Pineta. Es una aldea de algo más de sesenta casas esparcidas en la falda de la montaña, antaño habitadas, y que la emigración dejo desiertas. Ahora bellamente restauradas,  sirven para pasar el verano. En invierno apenas si viven en ellas. Está en un lugar privilegiado, entre bosques y prados, en la ladera sur del valle glaciar y frente a la gran pared opuesta de firme roca que parece tallada a pico y de alturas vertiginosas (más de mil metros) por donde en invierno se derrumban en alud las nieves y en verano las cascadas de agua después de las frecuentes tormentas lo convierten en un parque acuático.

Entre las casas diseminadas, se ubica su pequeña iglesia, una ermita sencillísima con aires románicos que tiene a la puerta una muy original cruz compuesta de dos troncos de pino con las ramas casi sin desbastar. A su espalda, adosado un pequeño cementerio cuyas pocas tumbas nos recuerdan las gentes que antaño vivieron en la aldea. Es un lugar encantador, romántico, casi mágico.
Contemplar el pequeño y humilde templo en medio de los verdes prados y con los grandes farallones de las paredes del valle de Pineta detrás, es un paisaje que se graba en el alma. Una imagen refrescante y bucólica que recuerdas cuando aquí en la ciudad, el calor y la rutina agobian.

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También aquí la Asociación Cultural “El Cillo” compuesta por vecinos de Espierba, ha colocado algunos textos poéticos en estos lugares. A cincuenta metros, se halla la escuela, donde muchos niños aprenderían de su maestro y sentirían el mismo tedio de las tardes lluviosas que cantó Antonio Machado. Un poema de él, pegado a la puerta, lo recuerda: ”Una tarde de invierno…”. Frente a la puerta del templo de la pequeña iglesia, también han tenido la sensibilidad y la cultura religiosa de exponer el texto de San Pablo a los Corintios, 13. Y en la pequeña cancela de hierro que accede al cementerio, un poema bellísimo de Juan Ramón Jiménez.

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Espierba, un lugar inolvidable.

 



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