miércoles, 9 de mayo de 2018

ERMANNO OLMI, LOS POBRES Y LA IGLESIA



Hace dos o tres días murió Ermanno Olmi, a los 86 años de edad. Uno de los directores de cine que a mí siempre me han gustado, desde que yo descubrí que el cine es un medio de comunicación, de arte, de deseo de cambiar este mundo, de hacer patente la presencia de Dios en las personas más sencillas.

Autor casi desconocido por la mayoría del público, realizó muy bellas películas. Quizá la más famosa de todos fue “El árbol de los zuecos”(1978), un emocionado homenaje a los campesinos del valle del Po, la tierra de sus abuelos, paisanos  a la vez, de la familia de Juan XXIII el Papa bueno y sencillo. Él y Ermanno Olmi fueron grandes amigos.


Era un gran cristiano, un creyente cabal y abierto que sabía que contemplar a los pobres era una de sus labores cinematográficas. Supo descubrir que la Gracia estaba presente precisamente en la vida de los jornaleros del campo,  de los mendigos y hasta… de los borrachos. Quería a la vez una iglesia que se reformara, que volviera anunciar de verdad el Evangelio a los pobres. Sus penúltimas películas  (“Cien Clavos”, “El pueblo de cartón), coincidiendo con la marcha atrás de las reformas de Vaticano II, mostraban el enfado que tenía con esa Iglesia Católica atrapada en sus viejas estructuras y en sus fosilizadas instituciones.


Mis dos películas preferidas son: "El empleo"(1961) que cuenta la historia del primer día de trabajo en una oficina de un chico de 18 años; la otra, realizada en 1988 es "La leyenda de Santo Bebedor", una versión totalmente moderna de la parábola de los talentos que protagoniza un “clochard” de los puentes de París. 
Esta noche, como homenaje, veré una de estas dos películas.

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