miércoles, 3 de julio de 2013

Se armó Troya



Un amigo cofrade  me preguntó el otro día “qué era eso del Caballo de Troya”. No sé si la pregunta era inocente, ocultaba algo o era fruto de su ignorancia. Le conté que el Caballo de Troya fue el artilugio que se inventaron los griegos para poder penetrar en los muros de la hasta entonces inexpugnable ciudad de Troya. Un gigantesco caballo de madera en cuyo interior se albergaron un grupo de soldados. Dejaron el caballo de madera a las puertas de la ciudad con una tablilla escrita que decía que era un exvoto, un regalo a los dioses, y simularon retirarse. Los troyanos entusiasmados por la derrota de los que les asediaban, introdujeron como trofeo de victoria al caballo dentro de los muros. Por la noche, los soldados ocultos en el vientre de este, en una escaramuza contra los guardias, abrieron desde dentro las puertas al ejército griego que penetró y destruyó Troya. Lo cantó el poeta griego Homero en la “Odisea”, pero aún mejor el latino Virgilio en su Eneida. (En mis clases de griego y latín nos hicieron traducir esos pasajes).

Desde entonces, el Caballo de Troya es sinónimo de una mentira, o de una estrategia  engañosa y poco noble. También en informática,  es un tipo de software malicioso que, disfrazado de un programa legítimo, accede al sistema del disco duro del usuario para iniciar la destrucción de los programas instalados y robar contraseñas y operar datos de otra naturaleza.

¡Tristes aquellos que usan esta trampa, embuste y mentira para hacer prevalecer su razón! 

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