EL cabo entra en las aguas como el perfil de un muerto o de un
durmiente con la cabellera anegada en el mar. El color no es color; es tan sólo
la luz. Y la luz sucedía a la luz en láminas de tenue transparencia. El cabo
baja hacia las aguas, dibujado perfil por la mano de un dios que aquí
encontrara acabamiento, la perfección del sacrificio, delgadez de la línea que
engendra un horizonte o el deseo sin fin de lo lejano. El dios y el mar. Y más
allá, los dioses y los mares. Siempre. Como las aguas besan las arenas y tan
sólo se alejan para volver, regreso a tu cintura, a tus labios mojados por el
tiempo, a la luz de tu piel que el viento bajo de la tarde enciende.
Territorio, tu cuerpo. El descenso afilado de la piedra hacia el mar, del cabo
hacia las aguas. Y el vacío de todo lo creado envolvente, materno, como inmensa
morada.
Angel Valente (Cabo de Gata)
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