jueves, 14 de julio de 2016

"Mi amigo el gigante", una parábola sobre la Divina Providencia.


La última película de Steven Spielberg, "Mi amigo el gigante", se parece en el fondo como  gotas de agua a dos películas muy conocidas del director judío americano: “E.T., el extraterrestre” y a su versión de “Peter Pan”. Basada en un relato de un Roald Dhal (el autor de “Matilda”, “Charlie y la fábrica de chocolate”…), escrita por Melissa Mattison, la misma guionista de “E.T.”, repite un argumento que es un arquetipo: la situación de desamparo y soledad de un ser humano que recibe la visita de alguien extraño y exterior y que le ayuda a entender y comprender su vida y a comenzar el camino de iniciación que en su adolescencia emprende todo ser humano.

Leer en clave religiosa la historia de esta película (como se puede hacer por ejemplo en “E.T”) es relativamente fácil: esa creencia religiosa con la que contamos los creyentes: que Dios vela por nosotros, nos protege y nos guía por el camino de la vida.

La historia de "Mi amigo el gigante" que cuenta es la de una niña huérfana que descubre en una noche de insomnio a un gigante que se la lleva hasta el país donde él habita y que tiene que convivir con un grupo de zaparrastrosos gigantes malos que lo maltratan. Éstos quieren zampársela a ella y a todos los niños del mundo por lo que la protagonista acude nada menos que a la reina de Inglaterra para que les dé un escarmiento.


Steven Spielberg nos lo cuenta a través de la fantasía, la ilusión y la imaginación en una película que arranca muy bien, se adormece un poco en su mitad y luego resurge con una gran comicidad hacia el final. Diversión asegurada Y espectáculo no sólo infantil sino también para adultos. Id a verla, lo pasaréis bomba.

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