sábado, 9 de diciembre de 2017

LA PURÍSIMA DE LLÌRIA


Esta mañana, después de celebrar misa en la parroquia de Valencia, me he marchado a Llìria, para unirme a la celebración solemne de la Fiesta de la Inmaculada en la parroquia de San Francisco de Asís, que es la parroquia de mi adolescencia y juventud y a la que me siento unido entrañablemente. Ha sido una Eucaristía, además de solemne y concurrida, como siempre, muy llena de emotiva devoción. Era una auténtica satisfacción ver a la gente honrando a la Virgen Purísima en el día de su fiesta oficial.

La parroquia y el barrio del Raval de Llìria celebra las fiestas grande a final de agosto. Están muy bien organizadas gracias al titánico esfuerzo de sus festeros. Son muy alegres, muy bullangueras, con participación de todo el pueblo. Finalizan como es de costumbre con una Eucaristía muy solemne y con una también larga y concurrida Procesión.

Esta mañana, pues, conseguí hablando con otros seis sacerdotes más en esta festiva Misa, no podía evitar la comparación con las dos fiestas (la de agosto, la de diciembre). Vividas las dos eucaristías con la misma fe y devoción, la Misa del final del verano parece otra, porque la gente participa pese a tener la misma devoción, con el gran cansancio que provoca, al final los largos días y sus noches de los fiestas populares. Festeros, cofrades, pueblo en general, casi parecen otros. Esta mañana había otro ambiente: más austero, más recogido y mas relajado, quizá tal vez más vivido, porque ni el sueño ni el cansancio agotador interfieren en la celebración.


En resumen, que esta fiesta de diciembre que además, -a mí me lo parece-, ha aumentado en asistencia - el templo totalmente lleno de asistentes- y participación, ha sido para mí una muy buena ocasión de honrar a la Inmaculada y sentir, como tantos que han asistido, el gran amor que profeso la Virgen Purísima.

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